Acá entre nos

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Acá entre nos

 

Alejandro Moguel

 

Crea fama y échate a dormir

 

Eso reza el refrán popular y eso le está pasando a Roberto Pinto Kánter, presidente municipal de Altamirano, un pequeño municipio que colinda con Ocosingo y Chanal, en las inmediaciones de la Selva Lacandona.

El pasado caciquil y de abuso de poder del citado alcalde ha hecho pensar a todo mundo que el incendio, destrozos y robo de equipo de la presidencia municipal de esa localidad fue un auto ataque, ideado por el propio edil para desaparecer pruebas elementales de la administración municipal que él ha encabezado y que ha sido muy cuestionada por sus adversarios y por los propios ciudadanos, por corrupción y desvío de recursos públicos.

Acá entre nos

Los grupos políticos locales y líderes campesinos lo conocen muy bien porque su familia ha estado en el poder local desde hace alrededor de quince años. Su hermano Amilcar fue presidente municipal en 1992 y su otro carnal Armando lo fue de 2002 a 2004. El propio Roberto ya fue edil dos veces y ahora, como no le alcanzaron sus trapacerías para una reelección, ha logrado imponer como nueva alcaldesa a su esposa Gabriela Roque Tipacamú, quien por cierto es originaria de Tuxtla Gutiérrez. Fue denunciado varias veces por andar coaccionando el voto popular y por estar realizando acciones para imponer a su pareja sentimental.

Roberto tiene broncas hasta por tratar de controlar las concesiones de mototaxis. Es vox populi que, con la ayuda de personal del DIF municipal y otros funcionarios del ayuntamiento, anduvo repartiendo despensas en las comunidades para inducir apoyos de terceros para que él consiguiera ser alcalde por tercera vez. Esos apoyos eran entregados en forma selectiva y a los beneficiarios les pedía su credencial de elector, algo que constituía claramente un delito electoral. Nada pasó. Manipuló a las cúpulas del PVEM y consiguió colocar a su esposa y, con las mismas prácticas fraudulentas, la hizo ganar.

Pero como en todo en esos asuntos, el agua llega al cuello de los ciudadanos y estos no tienen otra opción más que reaccionar. Eso es lo que está pasando ahora que Pinto Kánter y su grupo de amigos en el poder político estatal y nacional lograron imponer a su esposa para que él, a través de ella, siga mandando y haciendo de las suyas en el ayuntamiento y el municipio completo de Altamirano.

Recordemos que, apenas terminó la ceremonia del Grito de Independencia del reciente 15 de septiembre, pobladores irrumpieron en forma violenta la alcaldía, causaron destrozos, robaron computadoras, muebles, sillones y hasta la bandera usada para eventos cívicos especiales. Después incendiaron el resto de la presidencia municipal y quemaron la única patrulla de Seguridad Pública que tenía ese municipio. El alcalde responsabilizó de esos hechos a un grupo de ejidatarios. Sin embargo, el presidente del Comisariado Ejidal, René Sántiz Espinosa se deslindó de esas acusaciones.

¿Por qué ese grupo familiar se pelea tanto por ostentar el poder político en esa pequeña localidad, cuya población indígena es de alrededor de 50%? Pues por ahí cuentan las malas lenguas que esa es una zona estratégica de trasiego de indocumentados y de drogas, que deja muy buenos dividendos a quienes gobiernan esa zona.

Roberto Pinto Kánter y Gabriela Roque Tipacamú, la alcaldesa que va a tomar protesta del cargo el 1 de octubre próximo, van a enfrentar un gran problema: difícilmente van a poder gobernar ese municipio frente a tanta inconformidad de los grupos sociales, cuyos miembros ya están cansados de tantas imposiciones y arbitrariedades cometidas por esa familia a lo largo de mucho tiempo. Querer perpetuarse en el poder político tiene sus costos y ellos tendrán que pagarlos.

Email: alexmoguels@hotmail.com

 

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