Acá entre nos
Alejandro Moguel
El costo de la deslealtad
Ciro Sales Ruiz y José Antonio Aguilar Castillejos están en la cuerda floja. El primero es líder estatal de Morena y el segundo, delegado Federal de Programas de Desarrollo en Chiapas. Las reglas escritas y las no escritas dictan que ellos dos eran los principales operadores de Movimiento de Regeneración Nacional y de los programas oficiales en la entidad, cuyos beneficiarios estaban destinados, en su mayoría, a votar por el partido en el gobierno.
Y quienes no estuvieran convencidos, debían ser persuadidos por los operadores pie tierra de los dos políticos mencionados. Esa era su principal tarea, porque los programas oficiales del presidente López Obrador fueron pensados para eso.
Es muy probable que en esos casos nunca se podrá contar con el ciento por ciento de los favorecidos de los programas gubernamentales, pero la instrucción era lograr el mayor número de votos posibles para que Morena mantuviera la mayoría en la Cámara de Diputados, el mayor número de alcaldías en el país y doce gubernaturas que se habían planteado desde el principio, de un total de quince. Ganaron once.
Alguien podrá preguntar, y con justa razón, ¿y por qué Ciro y José Antonio andan en esas tribulaciones si Morena Chiapas obtuvo buenos resultados?
Yo respondería: sí y no. Y aquí va la argumentación de mis dos monosílabos. Los morenistas solitos ganaron 25 alcaldías, de un total de 118 disputadas. El Partido Verde Ecologista de México (PVEM) obtuvo 35, diez más que los guindas.
Los morenistas solitos ganaron dos diputaciones de mayoría relativa, de un total de 24. La coalición de un montón de siglas: PT, Verde, Chiapas Unido y Mover a Chiapas triunfó en 22 demarcaciones, las cuales están repartidas entre los partidos participantes en esa alianza.
Para una persona sensata, común y corriente, esos números podrían representar buenos resultados para Morena. Pero para las cúpulas, representadas por el propio presidente, Andrés Manuel López Obrador, no fueron suficientes. Eso, en primer lugar.
El segundo punto, quizá el más importante es que esos dos políticos cayeron de la gracia de quienes toman las grandes decisiones, porque estuvieron trabajando con su propia agenda: defender sus propios intereses y jalar hacia donde se les antojaba. Nunca les cayó el veinte de que las estructuras políticas tienen un máximo líder a cuya ideología y posturas hay que subordinarse. En este caso, a nivel nacional el presidente AMLO y en el ámbito local el gobernador, Rutilio Escandón Cadenas. No porque ellos estén actuando en forma autoritaria, sino porque así funcionan las cosas.
Las estructuras del partido en el gobierno deben subordinarse ante sus grandes líderes morales, simple y sencillamente porque todos ellos están defendiendo un proyecto común y, por tanto, deben caminar en el mismo sentido. Y para poder jalar hacia el mismo lado, todos deben obedecer, al pie de la letra, los criterios dictados desde arriba. Así funcionaba el PRI. Por eso se mantuvo setenta años consecutivos en el poder presidencial.
Pues José Antonio y Ciro transgredieron esas reglas no escritas. Todas las fuentes que he consultado coinciden en que ellos dos desobedecían las estrategias generales dictadas desde las partes más altas del poder político en turno. En palabras más sencillas, Ciro y José Antonio nunca se apegaron a la lealtad y disciplina que les debían a sus altos jefes, elemento indispensable en política. El costo de su deslealtad o de su novatez política.
Sin embargo, no todo está perdido. Morena no los dejará huérfanos. Algo les van a dar porque, mal o bien, ahí estuvieron en el mismo barco.
RELEVO EN PUERTA
El tema es que ya hay una propuesta seria para relevar a Ciro y es Carlos Molina Velasco, quien llegó, de bateador emergente antes de las elecciones del seis de junio pasado, como delegado nacional de ese partido, él sí leal a las disposiciones oficiales, estatales y nacionales. Fue un interlocutor funcional y confiable.
Por tanto, hoy me comentan que él podría ser el nuevo dirigente estatal de Morena y que en eso andan las negociaciones, las cuales necesariamente, tendrán que pasar por el visto bueno del presidente López Obrador; del gobernador, Rutilio Escandón Cadenas y del dirigente nacional de Morena, Mario Delgado. Así funciona la política en el mundo. Así tiene que ser. O, así tendría que ser para que el equipo esté compacto para poder transitar con éxito desde ahora y hasta el 2024, otra prueba de fuego a la que Morena tendrá que enfrentarse, en otros escenarios completamente distintos a los del 2018, cuando Morena arrasó, y 2021 cuando ese partido trepó una pendiente mucho más elevada que la de hace tres años.
SÓLO PARA ENTERADOS
El presidente López Obrador envió un solo mensaje desde la mañanera de ayer martes: Zoé Robledo es mi baraja fuerte para el 2024 en Chiapas. Quien diga lo contrario, o no sabe leer entre líneas o es un novato en la política. Mañana explicaré por qué pienso eso.
Email: alexmoguels@hotmail.com